"Ahora me voy al que me envió"

Todo lo que la Iglesia ofrece debe encarnarse de modo original en cada lugar del mundo, de manera que la Esposa de Cristo adquiera multiformes rostros que manifiesten mejor la inagotable riqueza de la gracia. La predicación debe encarnarse, la espiritualidad debe encarnarse, las estructuras de la Iglesia deben encarnarse. Por ello me atrevo humildemente, en esta breve Exhortación, a expresar cuatro grandes sueños que la Amazonia me inspira.

Sueño con una Amazonia que luche por los derechos de los más pobres, de los pueblos originarios, de los últimos, donde su voz sea escuchada y su dignidad sea promovida.

Sueño con una Amazonia que preserve esa riqueza cultural que la destaca, donde brilla de modos tan diversos la belleza humana.

Sueño con una Amazonia que custodie celosamente la abrumadora hermosura natural que la engalana, la vida desbordante que llena sus ríos y sus selvas.

Sueño con comunidades cristianas capaces de entregarse y de encarnarse en la Amazonia, hasta el punto de regalar a la Iglesia nuevos rostros con rasgos amazónicos.

Nuestro sueño es el de una Amazonia que integre y promueva a todos sus habitantes para que puedan consolidar un “buen vivir”. Pero hace falta un grito profético y una ardua tarea por los más pobres. Porque, si bien la Amazonia enfrenta un desastre ecológico, cabe destacar que «un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». No nos sirve un conservacionismo «que se preocupa del bioma, pero ignora a los pueblos amazónicos»

No es necesario que yo repita aquí los diagnósticos tan amplios y completos que fueron presentados antes y durante el Sínodo. Recordemos al menos una de las voces escuchadas: «Estamos siendo afectados por los madereros, ganaderos y otros terceros. Amenazados por actores económicos que implementan un modelo ajeno en nuestros territorios. Las empresas madereras entran en el territorio para explotar el bosque, nosotros cuidamos el bosque para nuestros hijos, tenemos la carne, pesca, remedios vegetales, árboles frutales […]. La construcción de hidroeléctricas y el proyecto de hidrovías impacta sobre el río y sobre los territorios […]. Somos una región de territorios robados». (Exhortación Apostólica postsinodal “Querida Amazonia”. N. 6-8,11)



-Texto Bíblico: Jn 16, 5-11

Ahora me voy al que me envió, y ninguno de vosotros me pregunta: “¿Adónde vas?”. Sino que, por haberos dicho esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al mundo acerca de un pecado, de una justicia y de una condena. De un pecado, porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de una condena, porque el príncipe de este mundo está condenado.



- Pasos para la lectio divina

1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?

2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.

3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.

4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?



- Comentario

Tener presente que la razón de ser de la revelación de Jesucristo no es otra que la regeneración del ser humano. Lo decimos en el credo: “y por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo.” Y es lo que Juan señala en este pasaje de las despedidas: “os conviene que yo me vaya.” Frente a la tristeza que produce en los discípulos la marcha de Jesús, con el consiguiente silencio. Silencio que denota miedo e inseguridad. Ninguno pregunta. Pues bien, Jesús toma la iniciativa y da la razón de la conveniencia: “porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito.” Por lo mismo, la participación en la obra de la nueva creación, el venir a ser hombres nuevos, no se producirá en nosotros si el Paráclito no es enviado. Esa es la actividad del Espíritu. La conveniencia deviene en necesidad. Si el Espíritu no actúa en nosotros, nada de lo ocurrido en la Pascua puede hacerse realidad en nosotros.

Para poder mirar la realidad humana y al mundo mismo en forma nueva, la guía del Espíritu es necesaria. Jesús señala tres datos: convicto de pecado, por no haber creído en él. Convicto de una justicia, porque Dios ha glorificado al Hijo con la misma gloria que tenía junto a él antes de la creación del mundo. De una condena, porque el príncipe de este mundo, ya está condenado. Ello significa que el alcance de la misión y obra de Jesús va siendo revelada hasta su plenitud por la presencia dinámica del espíritu Santo en nosotros.

Y en tiempos de cambios o de situaciones desoladoras como las que estamos viviendo, el Señor suscita personas que muestran toda la acción renovadora del Espíritu. Hay que evangelizar desde el reconocimiento de las necesidades del momento. La urgencia de la educación, de la catequesis, del acompañamiento en tiempos de crisis, es respondida mediante acciones concretas que dan respuesta a las necesidades y retos que nos presenta la realidad concreta. Una evidencia más de cómo el Espíritu del Señor acompaña a quienes le reciben y se entregan generosamente a la obra de la evangelización.

¿Qué respuesta estamos dando en estos momentos difíciles para la humanidad?

¿Estamos a la escucha de Dios en cada ser humano y en los cambios históricos de la humanidad? (https://www.dominicos.org/predicacion/evangelio-del-dia/19-5-2020)


ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”

Padre bueno, Jesús nos dijo: ”La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.  Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.

Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.


"Inculca sentimientos de bondad. Transmite la verdad y haz el bien." (J. Usera)



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