“DEJAD QUE LOS NIÑOS SE ACERQUEN A MÍ”

El mundo no necesita palabras vacías, sino testigos convencidos, artesanos de la paz abiertos al diálogo sin exclusión ni manipulación. De hecho, no se puede realmente alcanzar la paz a menos que haya un diálogo convencido de hombres y mujeres que busquen la verdad más allá de las ideologías y de las opiniones diferentes. La paz «debe edificarse continuamente», un camino que hacemos juntos buscando siempre el bien común y comprometiéndonos a cumplir nuestra palabra y respetar las leyes. El conocimiento y la estima por los demás también pueden crecer en la escucha mutua, hasta el punto de reconocer en el enemigo el rostro de un hermano. Por tanto, el proceso de paz es un compromiso constante en el tiempo. Es un trabajo paciente que busca la verdad y la justicia, que honra la memoria de las víctimas y que se abre, paso a paso, a una esperanza común, más fuerte que la venganza. En un Estado de derecho, la democracia puede ser un paradigma significativo de este proceso, si se basa en la justicia y en el compromiso de salvaguardar los derechos de cada uno, especialmente si es débil o marginado, en la búsqueda continua de la verdad. Es una construcción social y una tarea en progreso, en la que cada uno contribuye responsablemente a todos los niveles de la comunidad local, nacional y mundial. Como resaltaba san Pablo VI: «La doble aspiración hacia la igualdad y la participación trata de promover un tipo de sociedad democrática. Esto indica la importancia de la educación para la vida en sociedad, donde, además de la información sobre los derechos de cada uno, sea recordado su necesario correlativo: el reconocimiento de los deberes de cada uno de cara a los demás; el sentido y la práctica del deber están mutuamente condicionados por el dominio de sí, la aceptación de las responsabilidades y de los límites puestos al ejercicio de la libertad de la persona individual o del grupo». Por el contrario, la brecha entre los miembros de una sociedad, el aumento de las desigualdades sociales y la negativa a utilizar las herramientas para el desarrollo humano integral ponen en peligro la búsqueda del bien común. En cambio, el trabajo paciente basado en el poder de la palabra y la verdad puede despertar en las personas la capacidad de compasión y solidaridad creativa. La Iglesia participa plenamente en la búsqueda de un orden justo, y continúa sirviendo al bien común y alimentando la esperanza de paz a través de la transmisión de los valores cristianos, la enseñanza moral y las obras sociales y educativas. (Cf. Mensaje del Papa Francisco para la 53 Jornada Mundial de la Paz) 


ORACIÓN DESDE LA PALABRA DE DIOS. 

-Texto Bíblico: Mc 10, 13-16 Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos. 


- Pasos para la lectio divina 
1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra? 

2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento. 

3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc. 

4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga? - 


Comentario 

Recibir el Reino como un niño. Llevaron a Jesús unos niños para que Jesús los tocara. Los discípulos trataban de impedirlo. ¿Por qué lo impiden? El texto no lo dice. Tal vez porque, según las normas rituales de la época, los niños pequeños con sus madres, vivían casi constantemente en la impureza legal. ¡Tocarlos significaba contraer impureza! Y así, si los niños tocaban a Jesús, ¡él también quedaría impuro! Pero Jesús no se incomoda con estas normas rituales de pureza legal. Corrige a los discípulos y acoge a las madres con los niños, los toca y les da un abrazo diciendo: “Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios”. Y cuando Jesús abraza a los niños y los bendice, pone sobre ellos la mano. Los niños reciben todo de sus padres. No consiguen merecer lo que reciben, pero viven de amor gratuito. Los padres reciben a los niños como un don de Dios y curan de ellos con todo cariño. La preocupación de los padres no es dominar a los niños, sino amarlos y educarlos, para que crezcan y se realicen como personas. Hay muchos signos de la presencia del Reino en la vida y en la actividad de Jesús. Uno de ellos es su manera de acoger a los niños y a los pequeños. Hay algunos otros momentos de acogida a los pequeños y a los niños: Acoger y no escandalizar. Una de las palabras más duras de Jesús es contra aquellos que causan escándalo en los pequeños, esto es, que son motivo para el cual los pequeños dejan de creer en Dios. Para ellos, mejor sería tener una piedra de molino al cuello y ser arrojado al mar (Mc 9,42; Lc 17,2; Mt 18,6). b) Identificarse con los pequeños. Jesús abraza a los niños y se identifica con ellos. Quien recibe a un niño, a "mí me recibe" (Mc 9,37). “Y todo lo que hacéis a uno de estos niños, a mí me lo hacéis” (Mt 25,40). c) Hacerse como niños. Jesús pide que los discípulos se vuelvan como niños y acepten el Reino como niños. Sin esto, no es posible entrar en el Reino (Mc 10,15; Mt 18,3; Lc 9,46-48). Él pone a los niños como profesores de adulto. Lo cual no es normal. Acostumbramos hacer lo contrario. d) Agradecer por el Reino presente en los pequeños. La alegría de Jesús es grande, cuando percibe que los niños, los pequeños, entienden las cosas del Reino que él anunciaba a la gente. “Padre, yo te doy gracias.” (Mt 11,25-26) ¡Jesús reconoce que los pequeños entienden mejor que los doctores las cosas del Reino! Podemos preguntarnos: en nuestra sociedad y en nuestra comunidad ¿quiénes son los pequeños y los excluidos? ¿Cómo está siendo la acogida que les damos? (Cf. Lectio Divina Carmelitas, 2 de marzo 2019) 

ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS” 
Padre bueno, Jesús nos dijo: ”La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”. Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor. Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén. 

"Los niños se educan haciendo que amen la verdad 
y huyan de la mentira."(J. Usera)

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