“MARÍA CONSERVABA TODAS ESTAS COSAS, MEDITÁNDOLAS EN SU CORAZÓN”.

El Adviento nos abre las puertas de un nuevo año litúrgico que se nos ofrece como novedad, oportunidad, nuevo comienzo. Nuestro caminar personal, familiar, social, histórico, es un caminar hacia delante, hacia lo mejor, hacia la superación constante, es un caminar que se nos abre lleno de posibilidades, porque Dios, que es novedad constante, lo impulsa desde dentro.
El Adviento y la Navidad nos invitan a cuatro movimientos:
Despertar para servir. En los tiempos en que vivimos es urgente estar despiertos, vigilantes, atentos, en vela. Si vamos por la vida dormidos, distraídos, inconscientes, no tendremos el gozo y la oportunidad de descubrir la novedad que se nos ofrece. No se trata de un esfuerzo titánico y voluntarista sino de esa forma de ser y de vivir que se transforma en movimiento cotidiano de apertura, de disponibilidad, de acogida, de espera paciente y activa, porque como decía Simone Weil: «los bienes más preciados no deben ser buscados, sino esperados»
Escuchar para liberar. El Adviento es una llamada a la libertad, a romper las ataduras de todo aquello que nos encierra, nos encoge, nos empequeñece como personas. Es una llamada a eliminar los obstáculos que nos incapacitan para recibir a Aquel que, estando ya en nuestras vidas, nos invita a dejarle espacio, a ensanchar nuestra tienda, la tienda de nuestro corazón, para ser cada vez más conscientes de su presencia. Despiertos y liberados podemos salir al encuentro de Aquel que nos quiere encontrar.
Salir para dejarse encontrar. Afirmamos que Dios viene, que sale a nuestro encuentro. Todos tenemos experiencia de que, cuando nos abrimos con un corazón creyente a lo que nos rodea, somos capaces de percibir la constante venida de Dios que se hace presente y activo en la creación, en la historia, en la sociedad y en la vida de las personas.
Acoger para integrar. Adviento y Navidad nos invitan a la hospitalidad, es decir, a “abrir las puertas del corazón” desde la confianza en la bondad del ser humano, “una confianza que se aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno de una comunidad, en la vida de una familia. Una confianza que se vuelve testimonio en los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de Aquel que no decepciona jamás”. (Cf. Web “Fe Adulta” - Carmen Barba Pérez)


-Texto Bíblico: Lc 2, 16-21.
Fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores. María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Y se volvieron los pastores dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?

2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.

3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.


4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?


-Comentario:
Lucas concluye su relato del nacimiento de Jesús indicando a los lectores que «María guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón». No conserva lo sucedido como un recuerdo del pasado, sino como una experiencia que actualizará y revivirá a lo largo de su vida.
No es una observación gratuita. María es modelo de fe. Según este evangelista, creer en Jesús Salvador no es recordar acontecimientos de otros tiempos, sino experimentar hoy su fuerza salvadora, capaz de hacer más humana nuestra vida.
Por eso, Lucas utiliza un recurso literario muy original. Jesús no pertenece al pasado. Intencionadamente va repitiendo que la salvación de Jesús resucitado se nos está ofreciendo "HOY", ahora mismo, siempre que nos encontramos con él. Veamos algunos ejemplos.
Así se nos anuncia el nacimiento de Jesús: "Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador". Hoy puede nacer Jesús para nosotros. Hoy puede entrar en nuestra vida y cambiarla para siempre. Con él podemos nacer a una existencia nueva.
En una aldea de Galilea traen ante Jesús a un paralítico. Jesús se conmueve al verlo bloqueado por su pecado y lo sana ofreciéndole el perdón: "Tus pecados quedan perdonados". La gente reacciona alabando a Dios: "Hoy hemos visto cosas admirables". También nosotros podemos experimentar hoy el perdón, la paz de Dios y la alegría interior si nos dejamos sanar por Jesús.
En la ciudad de Jericó, Jesús se aloja en casa de Zaqueo, rico y poderoso recaudador de impuestos. El encuentro con Jesús lo transforma: devolverá lo robado a tanta gente y compartirá sus bienes con los pobres. Jesús le dice: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa". Si dejamos entrar a Jesús en nuestra vida, hoy mismo podemos empezar una vida más digna, fraterna y solidaria.
Jesús está agonizando en la cruz en medio de dos malhechores. Uno de ellos se confía a Jesús: "Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu reino". Jesús reacciona inmediatamente: "Hoy estarás conmigo en el paraíso". También el día de nuestra muerte será un día de salvación. Por fin escucharemos de Jesús esas palabras tan esperadas: descansa, confía en mí, hoy estarás conmigo para siempre.
La salvación se nos ofrece cada día. No hay que esperar a nada. Hoy mismo puede ser para mí un día de salvación. (J. A. Pagola)



ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS” 
 
Padre bueno, Jesús nos dijo:” La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.  Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.



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