“Te seguiré adondequiera que vayas” (Boletín nº 99)

Este año la Jornada Mundial de las Misiones nos vuelve a convocar entorno a la persona de Jesús, «el primero y el más grande evangelizador» (EN 7), que nos llama continuamente a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. Esta Jornada nos invita a reflexionar de nuevo sobre la misión en el corazón de la fe cristiana. De hecho, la Iglesia es misionera por naturaleza; si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo, sino que sería sólo una asociación entre muchas otras, que terminaría rápidamente agotando su propósito y desapareciendo.
La misión de la Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como nuestro Camino, experimentamos la Verdad y recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente de creatividad en el amor.

Los jóvenes son la esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad. (Cf. Mensaje del Papa Francisco para la jornada mundial de las misiones 2017).

ORACIÓN DESDE LA PALABRA DE DIOS

- Texto Bíblico: Lc 9, 57-62
Mientras iban de camino, le dijo uno, a Jesús: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Pasos para la lectio divina
1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?
2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.
3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.
4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?



- Comentario
Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana. Lucas recoge tres pequeñas escenas para que sus lectores tomen conciencia de que nada puede haber más urgente e inaplazable. Jesús no busca seguidores a toda costa, sino seguidores más comprometidos que le sigan incondicionalmente renunciando a falsas seguridades y asumiendo rupturas necesarias.
Primera escena: Uno de los que le acompañan se siente tan atraído por Jesús que antes que lo llame, él mismo se adelanta y toma la iniciativa: “Te seguiré adondequiera que vayas”. Jesús reacciona de manera sorprendente: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Jesús nunca promete a sus seguidores seguridad o bienestar. Seguirle es vivir de camino poniendo toda la confianza en él. Al discípulo que vive al servicio del Reino de Dios, incorporado a la vida y terea profética de Jesús, le espera la misma suerte que a él.
Segunda escena: Esta vez es Jesús el que llama, pero el discípulo que está dispuesto a seguirle, le pide cumplir con el deber sagrado de “enterrar a su padre”. La respuesta de Jesús es desconcertante: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Se trata de un dicho popular empleado para decir: deja las cosas del pasado, no pierdas tiempo con lo que ha ocurrido, mira adelante. Jesús le habla con claridad: el proyecto humanizador del Reino de Dios es lo primero. No sigas cuidando el “mundo del padre”: esa familia patriarcal preocupada solo de su honor, de sus hijos y sus tierras. Tú vete a anunciar el Reino de Dios: esa familia nueva que el Padre del cielo quiere formar, donde se vive en actitud fraterna con todos y en la que se cuida de manera especial a los más necesitados de ayuda.
Tercera escena: Otro discípulo está dispuesto a seguir a Jesús, pero antes le pide: “Déjame primero despedirme de los de mi casa” Jesús le contestó: “Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios”. A esta tercera persona llamada a ser discípulo, Jesús le pide que rompa con los lazos familiares. En otra ocasión había dicho: “Aquel que ama a su padre y a su madre más que a mí, no puede ser mi discípulo”. Significa también romper los lazos nacionalistas de la raza y de la estructura familiar patriarcal. En realidad, n

adie, aunque lo quiera, puede cortar con los lazos familiares, ni tampoco con lo vivido en el pasado. Jesús no promete a sus seguidores seguridad y bienestar. Nos pide disponibilidad total y sin reservas. ¿Puede haber alguna tarea más apasionante? (A. Pagola)



ORACIÓN POR LAS VOCACIONES  “AMOR DE DIOS”

Padre bueno, Jesús nos dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.
Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad,  te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.

El pensamiento de las misiones es el más grande que ha podido inspirar Dios a los hombres." (J. Usera)

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