“Te seguiré adondequiera que vayas” (Boletín nº 99)
La misión de la
Iglesia, destinada a todas las personas de buena voluntad, está fundada sobre
la fuerza transformadora del Evangelio. El Evangelio es la Buena Nueva que trae
consigo una alegría contagiosa, porque contiene y ofrece una vida nueva: la de
Cristo resucitado, el cual, comunicando su Espíritu dador de vida, se convierte
en Camino, Verdad y Vida por nosotros (cf. Jn 14,6). Es Camino que
nos invita a seguirlo con confianza y valor. Al seguir a Jesús como
nuestro Camino, experimentamos la Verdad y
recibimos su Vida, que es la plena comunión con Dios Padre en la
fuerza del Espíritu Santo, que nos libera de toda forma de egoísmo y es fuente
de creatividad en el amor.
Los jóvenes son la
esperanza de la misión. La persona de Jesús y la Buena Nueva proclamada por él
siguen fascinando a muchos jóvenes. Ellos buscan caminos en los que poner en
práctica el valor y los impulsos del corazón al servicio de la humanidad. «Son
muchos los jóvenes que se solidarizan ante los males del mundo y se embarcan en
diversas formas de militancia y voluntariado [...]. ¡Qué bueno es que los
jóvenes sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada
esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra!» (ibíd., 106). La próxima Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los
Obispos, que tendrá lugar en el año 2018 sobre el tema «los jóvenes, la fe y
el discernimiento vocacional», se presenta como una oportunidad
providencial para involucrar a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que
necesita de su rica imaginación y creatividad. (Cf. Mensaje del Papa Francisco para la jornada mundial de las
misiones 2017).
ORACIÓN DESDE LA PALABRA DE DIOS
- Texto Bíblico: Lc
9, 57-62
Mientras iban de
camino, le dijo uno, a Jesús: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le
respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme».
Él respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó:
«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de
Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los
de mi casa». Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira
hacia atrás vale para el reino de Dios».
Pasos
para la lectio divina
1.
Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el
conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué
dice la Palabra?
2.
Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy
el Señor a través de este texto bíblico? Dejo
que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida
de la Iglesia en este momento.
3.
Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor
como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la
gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.
4.
Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma
mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién
eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?
- Comentario
Seguir a Jesús es el corazón de la vida cristiana.
Lucas recoge tres pequeñas escenas para que sus lectores tomen conciencia de
que nada puede haber más urgente e inaplazable. Jesús no busca seguidores a
toda costa, sino seguidores más comprometidos que le sigan incondicionalmente
renunciando a falsas seguridades y asumiendo rupturas necesarias.
Primera escena: Uno de los que le acompañan se siente
tan atraído por Jesús que antes que lo llame, él mismo se adelanta y toma la
iniciativa: “Te seguiré adondequiera que vayas”. Jesús reacciona de manera
sorprendente: “Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos,
pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Jesús nunca promete
a sus seguidores seguridad o bienestar. Seguirle es vivir de camino poniendo
toda la confianza en él. Al discípulo que vive al servicio del Reino de Dios,
incorporado a la vida y terea profética de Jesús, le espera la misma suerte que
a él.
Segunda escena: Esta vez es Jesús el que llama, pero el
discípulo que está dispuesto a seguirle, le pide cumplir con el deber sagrado
de “enterrar a su padre”. La respuesta de Jesús es desconcertante: “Deja que los muertos
entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”. Se trata de un
dicho popular empleado para decir: deja las cosas del pasado, no pierdas tiempo
con lo que ha ocurrido, mira adelante. Jesús le habla con claridad: el proyecto
humanizador del Reino de Dios es lo primero. No sigas cuidando el “mundo del
padre”: esa familia patriarcal preocupada solo de su honor, de sus hijos y sus
tierras. Tú vete a anunciar el Reino de Dios: esa familia nueva que el Padre
del cielo quiere formar, donde se vive en actitud fraterna con todos y en la
que se cuida de manera especial a los más necesitados de ayuda.
Tercera escena: Otro discípulo está
dispuesto a seguir a Jesús, pero antes le pide: “Déjame primero despedirme de los de mi
casa” Jesús le contestó: “Nadie que pone la
mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios”. A esta tercera persona llamada a ser
discípulo, Jesús le pide que rompa con los lazos familiares. En otra ocasión
había dicho: “Aquel que ama a su padre y a su madre más que a mí, no puede ser
mi discípulo”. Significa también romper los lazos nacionalistas de la raza y de
la estructura familiar patriarcal. En realidad, n
adie, aunque lo quiera, puede cortar con los lazos familiares, ni tampoco con lo vivido en el pasado. Jesús no promete a sus seguidores seguridad y bienestar. Nos pide disponibilidad total y sin reservas. ¿Puede haber alguna tarea más apasionante? (A. Pagola)
ORACIÓN
POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”
Padre bueno,
Jesús nos dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la
mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis
al Padre en mi nombre, os lo concederá”.
Confiados en esta
palabra de Jesús y en tu bondad, te
pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se
entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María,
Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las
comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los
jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el
amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.
El pensamiento de las misiones es el más grande que ha
podido inspirar Dios a los hombres." (J. Usera)
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