"Todo lo ha hecho bien", DICOVAD Agosto 2017

La nueva Jerusalén, la Ciudad santa (cf. Ap 21,2-4), es el destino hacia donde peregrina toda la humanidad. Es llamativo que la revelación nos diga que la plenitud de la humanidad y de la historia se realiza en una ciudad. Necesitamos reco­nocer la ciudad desde una mirada contemplativa, esto es, una mirada de fe que descubra al Dios que habita en sus hogares, en sus calles, en sus plazas. La presencia de Dios acompaña las bús­quedas sinceras que personas y grupos realizan para encontrar apoyo y sentido a sus vidas. Él vive entre los ciudadanos promoviendo la solida­ridad, la fraternidad, el deseo de bien, de verdad, de justicia. Esa presencia no debe ser fabricada sino descubierta, develada. Dios no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero, aunque lo hagan a tientas, de manera imprecisa y difusa.
En la ciudad, lo religioso está mediado por diferentes estilos de vida, por costumbres asocia­das a un sentido de lo temporal, de lo territorial y de las relaciones, que difiere del estilo de los habi­tantes rurales. En sus vidas cotidianas los ciuda­danos muchas veces luchan por sobrevivir, y en esas luchas se esconde un sentido profundo de la existencia que suele entrañar también un hon­do sentido religioso. Necesitamos contemplarlo para lograr un diálogo como el que el Señor de­sarrolló con la samaritana, junto al pozo, donde ella buscaba saciar su sed (cf. Jn 4,7-26).


Nuevas culturas continúan gestándose en estas enormes geografías humanas en las que el cristiano ya no suele ser promotor o generador de sentido, sino que recibe de ellas otros lengua­jes, símbolos, mensajes y paradigmas que ofrecen nuevas orientaciones de vida, frecuentemente en contraste con el Evangelio de Jesús. Una cultura inédita late y se elabora en la ciudad. El Sínodo ha constatado que hoy las transformaciones de esas grandes áreas y la cultura que expresan son un lugar privilegiado de la nueva evangelización. Esto requiere imaginar espacios de oración y de comunión con características novedosas, más atractivas y significativas para los habitantes ur­banos. Los ambientes rurales, por la influencia de los medios de comunicación de masas, no están ajenos a estas transformaciones culturales que también operan cambios significativos en sus modos de vida. 


-Texto Bíblico: Mc 7, 31-37                    

Dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos». 



- Pasos para la lectio divina
1. Lectura y comprensión del texto: Nos lleva a preguntarnos sobre el conocimiento auténtico de su contenido ¿Qué dice el texto bíblico en sí? ¿Qué dice la Palabra?
2. Meditación: Sentido del texto hoy para mí ¿Qué me dice, qué nos dice hoy el Señor a través de este texto bíblico? Dejo que el texto ilumine mi vida, la vida de la comunidad o de mi familia, la vida de la Iglesia en este momento.
3. Oración: Orar el texto supone otra pregunta: ¿Qué le digo yo al Señor como respuesta a su Palabra? El corazón se abre a la alabanza de Dios, a la gratitud, implora y pide su ayuda, se abre a la conversión y al perdón, etc.

4. Contemplación, compromiso: El corazón se centra en Dios. Con su misma mirada contemplo y juzgo mi propia vida y la realidad y me pregunto: ¿Quién eres, Señor? ¿Qué quieres que haga?
 

- Comentario                

La curación del sordomudo narrada por Marcos sugiere que Jesús es capaz de “abrir los oídos” para que los “sordos” puedan escuchar y entender la Buena Noticia de Dios. Por eso el relato se convierte en una llamada a abrirnos a Jesús para dejarnos trabajar por Él.
La situación del sordo es lamentable. Vive como ajeno a todo. No parece ser consciente de su estado. No hace nada por acercarse a Jesús. Unos desconocidos se interesan por él, “lo llevan” a Jesús y “le piden que imponga la mano sobre él” para transmitirle su fuerza sanadora.
La desgracia del sordo consiste en que solo se oye a sí mismo, no puede escuchar ni conversar son sus amigos y vecinos, tampoco puede oír a Jesús ni entender su mensaje. Su situación se agrava todavía más porque la sordera atrofia su capacidad de hablar de manera inteligible y clara. El sordomudo no puede escuchar la Palabra de Dios que se proclama los sábados en la sinagoga, en consecuencia, no puede transmitir a sus hijos el mensaje de la Alianza ni bendecir y alabar a Dios con himnos y cánticos. Su vida dentro del pueblo de Dios es marginal.
Cuando Jesús oye la súplica que se le hace para curar a aquel hombre, actúa sin tardar. Lo toma consigo, lo aparta de la gente y se concentra sobre el sordomudo. Vive aquella curación como recogido ante el Padre del cielo, que quiere lo mejor para sus hijos. En su actuación, Jesús, invoca al Padre y grita al enfermo la primera palabra que ha de escuchar en su mundo cerrado de sordo: “Ábrete”. En el momento en que Jesús y el enfermo se funden en una misma fe y se abren a la acción de Dios, amigo de la vida, la curación se hace realidad. El hombre sanado ha escuchado la orden de Jesús, se ha abierto y ahora es capaz de vivir escuchando la Buena Noticia y comunicarla a otros. ¿No es esta la experiencia que necesitamos vivir nosotros?
La gente quedó sorprendida y admirada. Aunque Jesús insiste en que no lo pregonen, ellos proclaman: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. Jesús les recuerda a Dios, que según el libro del Génesis después de la creación “vio todo lo que había hecho, y todo era bueno” (Gn 1, 31). Así es Jesús. Vive haciendo el bien.
Hemos de dejarnos trabajar por Jesús. Si abrimos nuestros oídos a su mensaje, si entendemos su proyecto y captamos su amor a los que sufren, llegará hasta nosotros el clamor de los más necesitados, como llegaba hasta el fondo de su corazón, y seremos capaces de anunciar su Buena Noticia sin tartamudeos y a muchos se les hará fácil entender nuestro “evangelio”. (Cf. J.A. Pagola)


ORACIÓN POR LAS VOCACIONES “AMOR DE DIOS”
Padre bueno, Jesús nos dijo: “La mies es mucha y los obreros pocos, rogad al Dueño de la mies para que envíe obreros a sus campos”. Y además afirmó: “Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo concederá”.  Confiados en esta palabra de Jesús y en tu bondad, te pedimos vocaciones para la Iglesia y para la Familia “Amor de Dios”, que se entreguen a la construcción del Reino desde la civilización del amor.
Santa María, Virgen Inmaculada, protege con tu maternal intercesión a las familias y a las comunidades cristianas para que animen la vida de los niños y ayuden a los jóvenes a responder con generosidad a la llamada de Jesús, para manifestar el amor gratuito de Dios a los hombres. Amén.
 


"Tolerar al extraviado, sufrirlo, prestarle socorro si llega el caso, pero no transigir ni con el error ni con la mentira."  (J. Usera)

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